Invierno: frío y nieve. Los días son más cortos y las noches más largas, por eso iluminamos nuestra casa con colores neutros o las tonalidades de la madera. Primavera: explosión de energía y juventud. El rojo, el amarillo y el naranja tiñen las sillas y lámparas del salón. Verano: calor y playa. Colores como el blanco, el azul y el amarillo se unen para refrescar los espacios. Y por último, otoño: hojas caídas y nostalgia. Momento en que el negro y el marrón se apoderan de las tonalidades del comedor. Cuatro estaciones e infinidad de opciones que traducimos en esta selección de piezas icónicas.