La historia de las alfombras kilim no solo se extiende en el tiempo, sino también a través de los continentes hasta llegar a nosotros. Su nombre, de origen persa, se ha convertido en todo un referente en la decoración étnica. Una pieza con mucha personalidad y de gran valor histórico. Los kilims se diferencian de las alfombras tradicionales en que no tienen pelo. ¿La razón? La lana, en vez de anudarse sobre la urdimbre, se teje con ella formando hilos entrecruzados como una tela. Esto hace que tengan menos espesor que la alfombra, siendo mucho más livianos y con unos motivos decorativos mucho más ricos. Todos los modelos están realizados de forma artesanal. En esta selección de Lux Lab recogemos un ramillete de pequeñas joyas texturizadas inspiradas en la artesanía del siglo XVII.